Maig del 68 i les derives del desig revolucionari
[Fragment de "Políticas del deseo: retomar la intuición del 68" article de Amador Fernández-Savater]
¿Cómo se leen hoy los años 60? Desde la derecha, son el “chivo expiatorio” hacia el que redirigir los miedos contemporáneos: así, son los 60 -y no las políticas de precarización y desprotección de la vida- los culpables de la decadencia de todos los valores, la desorientación generalizada y el “caos” de la sociedad actual.
Pero los movimientos de los años 60 son también objeto de crítica desde el otro lado. En una curiosa complicidad con la derecha, leemos hoy a críticos de izquierda arremeter contra ellos. Se nos dice que el 68 fue en el fondo un movimiento liberal que aceleró la emergencia o consolidación de la sociedad de consumo y de la “modernidad”, fragmentando a la clase obrera, promoviendo el individualismo, rechazando toda tradición y toda disciplina en nombre del narcisismo, etc.
Esos análisis no tienen por lo general ni pies ni cabeza. Pero lo importante es leer el subtexto de las críticas: hay que abandonar las políticas del deseo y volver a las formas de la política clásica. El Partido y la conquista (electoral) del poder, la representación del pueblo identificado como víctima, la identidad o la moral como resortes y palancas, la izquierda, etc. El único horizonte posible de la política de emancipación sería, según estos críticos, la defensa del Estado social en desmantelamiento.
Se pretende así borrar la intuición del 68.
Mi idea es justo la contraria. Si el neoliberalismo hoy es tan fuerte se debe no sólo a que engaña y reprime, sino a que se presenta como evidente y deseable. Es preciso leer la contrarrevolución neoliberal de las últimas décadas, no simplemente como un ataque a la composición obrera y el salario, sino como un contragolpe en términos de deseo.
En los años 60, los movimientos iban por delante y el poder los perseguía, pescando a los jóvenes que se fugaban y devolviéndolos a casa, etc. Hoy es justo al revés. Pensemos en el Airbnb (un ejemplo entre mil): el neoliberalismo lleva la iniciativa y la política de izquierdas se limita (en el mejor de los casos) a “regular”. El capital lee las corrientes sociales profundas, capta el deseo, sabe traducir todas las energías a dinero, inventa y crea. Y la izquierda sólo aspira mientras a imponer tal o cual impuesto sobre los flujos de mercado.
Si hoy las fuerzas de emancipación son tan efectivamente débiles es justamente porque han perdido el contacto con la intuición del 68. Ya no disputan en torno a las formas de vida deseables e indeseables, sino que se limitan a la opinión crítica, la política comunicativa, la resistencia que nada resiste.
Tomar de nuevo la iniciativa sólo puede consistir en plantear de nuevo la disputa en el plano del deseo: ¿qué tipo de ser humano somos y queremos ser? Pero hay que hacerlo en condiciones cambiadas, porque hoy vivimos en otra economía del deseo muy distinta a la de los 60.