cielo oblicuo, El
«Le cuento a C que quiero escribir un libro sobre la maternidad, le explico que no me gusta clasificar, que no quiero hablar de literatura de mujeres, que los libros deben defenderse por sí mismos, sin clasificaciones ni etiquetas, y si me apuras, sin siquiera el autor. C me responde con un largo correo. Me gustaría que nos encontráramos en un café, esta conversación daría para muchas horas. Ella defiende la literatura de mujeres y leo en su correo: “Leer a las mujeres es leer nuestra voz, un deber con nosotras”. Escribo para escuchar esas voces».
Pero este libro no es un ensayo, sino una «novela de la vida», como hubiera escrito Katherine Mansfield. Una novela breve y exacta sobre una mujer de este tiempo, sobre una no-madre de este tiempo que vive, reflexiona y escribe sobre ella y sobre nosotras. Sobre todos nosotros, en realidad. Mujeres y hombres.
Martín Gaite, Lessing, Garro, Colette, Lispector, Walker, Morrison, Ginzburg, Woolf, Mansfield, Plath, Welty, Munro, Nin, Duras, Némirovsky, Venturini, Yourcenar, Kristof, Müller, McCullers, Hustvedt, Ozick, Vicens, Dinesen, Pizarnik, Ocampo, Oates, Sexton. Apellidos sin necesidad de nombre propio. No sólo una tradición, una lista, sino muchas tradiciones, todas las tradiciones. Para las que pone rostro la imagen de cubierta, esta fotografía (mucho más que simbólica) de otra mujer: Francesca Woodman. Muerta muy joven, pero con una obra extensa y cuya intensidad es el pórtico perfecto para las palabras de Belén García Abia. Intensidad, emociones contenidas o desbordadas. Inteligencia narrativa.
«Mi ginecóloga no sabe que voy a escribir un libro sobre mi no-maternidad, tampoco sabe que aparece en él; ella y su cara de desprecio. (…) Escribo sobre mi pequeño dando vueltas en mi sala de espera, sobre mi útero vacío, sobre mi no-concepción, sobre mi ángel de la guarda, sobre Yerma (…) sobre que hemos nacido para ser madres y no lo somos, que nos han parido para ser madres y no lo somos».