Elogio del conflicto
En las sociedades occidentales hiperformateadas, la idea misma del conflicto ya no tiene lugar. Las concepciones de la vida común tienden a la intolerancia hacia toda oposición. Lo minoritario debe someterse a la mayoría, y cada vez más, los contestatarios y disidentes parecen estar abocados a lo “anormal”. En este ensayo iconoclasta y oportuno, Miguel Benasayag y Angélique del Rey exploran las raíces y los efectos nocivos de esta ideología.
Al reprimir los conflictos, nuestros contemporáneos se dejan invadir por el ideal de la transparencia: toda opacidad en sus relaciones tendría que ser erradicada, puesto que implicaría la alteridad y por tanto el enemigo potencial. Una ilusión peligrosa ante la cual pueden también sucumbir ciertos contestatarios que critican el sistema con las mismas categorías de éste: en lugar de afirmarse como “otros”, sujetos de una multiplicidad subversiva, tienden por el contrario a reivindicar derechos, confirmando la idea de que los “valores” de la ideología dominante son necesariamente deseables por todos.
Analizando las diferentes dimensiones del conflicto –entre naciones, en la sociedad o en el seno mismo del individuo-, los autores actualizan los profundos resortes de la deriva conservadora de las sociedades posmodernas. Demuestran también tanto las ilusiones de la “tolerancia cero” como las de la “paz universal”: negar los conflictos nacidos de la multiplicidad, aquellos cuyo reconocimiento crea sociedad, es poner en peligro la vida. La represión del conflicto no puede conducir más que a la violencia generalizada, y la apuesta a la que todos nos vemos confrontados es la de la asunción del conflicto, “padre de todas las cosas” según Heráclito.