No hay país para negros
En el prólogo de Le Rouge et le Noir, advertía Stendhal que una novela es un espejo que se pasea a lo largo de un camino. La novela como espejo es una constante estética a partir de la que el escritor desarrolla su habilidad de reproducir creativamente el mundo que le rodea. No hay país para negros no es, pues, una excepción. Encaminada hacia el realismo, la presente novela es un puente, un retrato contemporáneo de dos mundos, dos universos, dos continentes, dos países geográficamente lejanos, uno europeo y otro africano. Esos dos universos tan lejanos y tan diferentes son, pues, los dos puntos de referencias a través de los que Oscar KEM-MEKAH KADZUE ha viajado en el mundo de la creación literaria, partiendo de espacios sociotemporales reales, si bien en algunas ocasiones no los nombra explícitamente, y de personajes ficticios con identidades e ideales bien determinados. Kadzue Paul es uno de ellos, cabeza de una familia bamileké que tiene que navegar a contracorriente en el mar de perplejidades que es la vida. Esa familia tiene que confrontarse a la modernidad, a las realidades del sistema sociopolitic.