"Oh justo, sutíl y poderoso veneno". Los escritos de la anarquía
Reunimos en este volumen lo más significativo de la escritura de Julio Camba entre 1901 y 1907: unos textos que redactó entre los dieciséis y los veintidós años y que muestran el camino recorrido —a ambos lados del Atlántico— por un joven dotado con un talento innato para contar lo que pasa a su alrededor y con la férrea voluntad de intervenir en la realidad que lo envuelve. Un joven de una precocidad pasmosa que en esos momentos ya cuenta con grandes vivencias a sus espaldas y que, como otros muchos de sus contemporáneos, había caído bajo el influjo de las ideas individualistas de Max Stirner y de Friedrich Nietzsche.
Sin embargo, esta no es una recopilación al uso de textos de Camba, ya que en ella se incluyen muchos de los escritos que las reglas de lo políticamente correcto y de lo literariamente aceptable —que vienen a ser las mismas— han proscrito de las antologías. Textos en muchos casos de combate, de un desatado fervor, con una gracia inmensa y en los que siempre se hace gala de un saludable desdén por la autoridad.
Los escritos recogidos en este volumen fueron publicados originalmente en El Cuento Semanal, La Protesta Humana, Tierra y Libertad, El Rebelde, La Anarquía Literaria, El País y España Nueva, y una gran parte de ellos no habían sido reeditados hasta la fecha. Muchos de estos textos y publicaciones fueron perseguidos sin tregua por las autoridades, e incluso Camba llegó a pasar alguna temporada en prisión por ellos.
Este libro, además de una gran cantidad de textos «inéditos» —que estaban escondidos en archivos diseminados por medio mundo—, contiene numerosos documentos e informaciones que sin duda cambiarán el cliché existente sobre Julio Camba.
[...] En realidad todos estábamos convencidos de que íbamos a hacer la Social, pero no teníamos prisa. La Anarquía nos había encantado a todos, porque la Anarquía era para nosotros, más que una concepción filosófica, un entretenimiento sentimental. En cualquier velada de teatro, en cualquier mitin o en cualquier manifestación pública, la Anarquía tenía expositores elocuentes, mujeres hermosas y canciones aladas; tenía un espíritu alegre, aventurero, cosmopolita, valiente, generoso y artístico; todo lo cual mantenía el entusiasmo de los viejos y suscitaba el de los jóvenes. «¡Oh, justo, sutil y poderoso veneno!», decía, hablando del opio, Tomás de Quincey. Justo, sutil y poderoso es también el veneno de la Anarquía, y ningún fumador de opio, ningún bebedor de ajenjo, ningún tomador de morfina ni de haschis, ha tenido sus sueños poblados de visiones más hermosas que las visiones que pueblan el gran ensueño anarquista. La Anarquía es también uno de los paraísos artificiales, y bien vale la pena visitar este paraíso cuando no se dispone de uno natural. [...]