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saber, El. Curso sobre Foucault

Autor/a
Editorial
ISBN
9789872922405
Pàgines
254
Ressenya

Dividido en tres volúmenes (esperan los dedicados al poder y al deseo), Cactus ha empezado a editar en su serie Clases el seminario que Gilles Deleuze dedicara a su amigo Foucault, cuyo pensamiento, a sólo un año de la desaparición de su cuerpo, diseccionó y deletreó mediante su divertida y musical oralidad regurgitante. Es éste entonces el fruto de la transcripción y ligera adaptación de otro de esos cursos magistrales atendidos por un variopinto grupo de alumnos a los que el filósofo sólo pedía que tomaran lo que les interesara, pues, como no se cansaba de repetir, entre los grandes pensadores no existen contradicciones, sólo cosas que nos pueden servir y otras que no. 



Es el saber el tema de este seminario, ocho clases que van de octubre a diciembre de 1985, el primero de los ejes en los que Deleuze considera que se desarrolla el pensamiento de Foucault y, en cierta medida, donde se vislumbra el resto. Se trata aquí de reconstruir a posteriori el nacimiento de un concepto, contextualizando el espesor del mismo e intuyendo el camino que tuvo que seguir Foucault hasta caer en la cuenta de que el saber necesitaba de las relaciones de poder para concretarse. Es decir, cómo su ensayo de una epistemología, de una doctrina del saber, le empujaría al descubrimiento del domino del poder. En este sentido, las ocho clases son el comienzo de una deslumbrante vivisección en la que Deleuze, docente minucioso y comprensivo, perfora lentamente el legado foucaultiano valorando tanto su engarce con la tradición como el vuelo de su originalidad y vigencia. 



Las claves de este arranque de seminario se encuentran encabalgadas: hay que explicar qué es el saber para Foucault, y al detallarse esta concepción ir aclarando de paso por qué estamos ante un filósofo y no un historiador, un estructuralista, un lingüista o un fenomenólogo. Para ello, Deleuze rastrea el concepto de arqueología en Foucault, la disciplina de los archivos que tiene por objeto las distintas formaciones históricas en tanto que combinaciones de visibilidades y enunciados. Lo visible y lo enunciable en cada época es lo que Foucault llamará un saber, pero para el autor de Las palabras y las cosas existe una heterogeneidad absoluta entre estos dos polos, pues ver no es hablar y hablar no es ver. Es entonces que la arqueología deviene en una bella y compleja disciplina sobre los vínculos entre visibilidades y enunciados que pone a Deleuze a rastrear su particularidad confrontándola con el pensamiento de Kant y Blanchot o la poesía de Roussel. En esta aproximación a otras maneras de explorar la no-relación entre vista y palabra, Deleuze también recurrirá al cine moderno, en concreto a un puñado de películas -Fortini/Cani de los Straub, Shoah de Lanzmann, La femme du Gange India Song de Duras o Les photos de D'Alix de Eustache- hermanadas por la puesta en escena de una palabra que cuenta una historia que no se ve y una imagen que da a ver lugares que ya no tienen historia. Es un cine, como dice Deleuze, de la palabra aérea y la visión subterránea, pero donde se escenifica un deseo de reunión (el "bajo la tierra, captaré los muertos" de Straub; el "bajo el baile captaré el otro baile" de Duras) que da a entender que la no-relación entre visibilidad y enunciado es sólo otro tipo de relación, uno sin duda más profundo que el que se produce cuando se habla de lo que se ve. Son este tipo de ejemplos, que engendran una relación a partir de no-relaciones, los que dan alas a Deleuze para cercar a Foucault, pues era preciso que hubiera algún tipo de vínculo, si bien violento, de intercambio de flechas, entre lo visible y lo enunciable si es que ambos constituían los dos polos del saber. 



Son finalmente las matemáticas (lo que refleja la erudición pero también la osadía que siempre caracterizaron el proceder de Deleuze) las que con nociones como regularidad y singularidad acaban de perfilar la arqueología foucaultiana completando su nada simple concepto de enunciado, clarificando la posibilidad del saber y anunciando el segundo gran eje de su obra, el problema y el concepto del poder.