Los galgos, los galgos
Después de la muerte de su padre, Julián hereda Las Zanjas, una estancia que ocupa con desconcierto y alegría. Custodiados por los galgos Corsario y Chispa, Julián y su novia, Lisa, construyen una casa, plantan árboles, cabalgan los bañados y se aman sin saber que el mal que avienta los amores no ronda afuera, sino que anida dentro de uno. Mientras el indolente Julián persevera en sus conmovedores esfuerzos por convertirse en un hacendado moderno, su temperamento melancólico y la influencia de su familia se van convirtiendo en un lastre que entumece su vida y sus afectos. Las peripecias desencadenadas por el cambio llevan al protagonista a París y luego de regreso a Buenos Aires, en un mundo que parece no tener lugar para él, con el tiempo que corre veloz como los galgos amados.